Escribidor frente al espejo©
Ese del cristal
que muerde las huellas de Borges
la persistencia de Oscar Wilde
que marcha con Vallejo
Cortázar Mir Guillén
o los lleva en ristre
Es cierto
tal vez perdió las coordenadas
Lo confiesa
«solo existe el agua
no hay superficies los performance
son la excusa la Patria
no cabe en sus contornos
se dispersa
en su flacidez
Otros
beben su inocencia»
Vuelve al refugio
desteje sus mañanas*
se amputa las orejas
Es todo
otra voz
Lo confiesa
«la luz
es una sombra
disimulada tan sólo
pretexto otro pre-texto
que se desangra
sobre el papiro»
Definirse es navegar en contra, contradecir a quienes no conocen la concordancia. Definición es existencia y el existir vive en el hacer: único peligro de la propia existencia cuando las sombras nos siguen, cuando la luz hace llagas en alguna frente. Hacer con las manos es convertirse en fabulador porque la esencia de los ecos es discordante. Somos los que se construyen un pedestal en lo profundo porque sabemos que lo sub es dictamen divino. Somos porque hemos aprendido a ser a pesar de la tristeza de otros ojos y la envidia de astillas que deambulan por las calles. No somos ese perro que después del salivazo retorna por los olores de antes; somos ese perro que en vigilia interminable gana el perfume de las tardes al compás de los cerezos. Por eso esta eternización que llega a convertirnos en la esencia del eco. Por eso vamos con el defecto de perpetuar la persistencia; por esos que han aprendido a compartir no sólo el aire. Rezos para quienes golpean el pecho con la petulancia y el rencor más allá de sus voces manchadas.
Es cierto, quizás vamos con la demencia inoculada porque hacemos de la ceniza flores y de los rayos del sol un manojo de grama para las fronteras. Vamos en masa comprimida y con la inmediatez llena de rocío. Las semillas no dejamos porque todo buen labrador retorna a las raíces de sus sembradías. Seguimos con el canto al canto, con la confesión del hombre que camina por dentro y va dejando las huellas sobre el agua. Por eso vamos en el oficio de imaginar las raíces que magullan y a veces salvan el ardor de nuestros propios lodos y sus inexactitudes; en la ironía propia de nuestros quizás; bajo la indiferencia de las miradas por los bordes de los ojos que no calculan el mundo que llevan entre las manos. Vamos sin el reloj, en un vaivén uniforme que nos convierte en aquiescencia y que seduce terceros ojos hasta que caen rendidos bajo la ininterrumpida fluidez de los nervios de las palabras. Porque en las palabras se nombran luces que añoran las cavernas y el silencio de la música que fragmenta el dolor.
Estos son lances contra la virulencia y el desmayo de los que guardan sus rostros tras sus propias manchas, sin alcanzar las luces de otros universos en otras latitudes.
©Bismar Galán ensayista, narrador y poeta cubano.
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