miércoles, diciembre 21, 2005

El gusto -©Alfredo Cedeño-













El gusto©

Tu boca, delirio de fárrago ineludible
donde las catedrales medievales vacilan
y se convierten en una ermita desarrapada
que me acuchilla la virilidad
que derrota mis derrotas
que agota mi agotamiento
que seduce mi menguada seducción
que enloquece mi locura
que reduce mi querer ya reducido
que asombra los vestigios de mi asombro
que enceguece mi cariño cegato
y me va ensanchando las estrechas baladas de dolores apoltronados
me ahoga los sofocos de la angustia
me desanuda los nudos de la piedad marchita
me desarma las máscaras para la defensa emocional
me quita las esencias de los soles de viejos amores
me arremolina quejas entre las escaleras de un teatro desocupado
me allana las certezas imprecisas de los besos robados
y se ocupa de ejecutar tu sentencia de vaivenes.
Tu boca, esa de labios que nunca reclutarán Max Factor
para enloquecer Times Square o las vallas descomunales
que saquean los ojos del viajero en el Metro de Londres,
pero donde te encuentro hecha un basilisco de ganas percutadas
donde encuentro el cero absoluto a través de los parciales
que van vinculando al mar con las gaviotas en las jarras
de un cristal que no conoce punto de quiebre
ni ha sabido encontrar la leve caricia de una tarde melancólica
donde me secuestra tu constancia vociferante
y descubro túneles con espejuelos amarillos bamboleándose
como un saludo de borracho profanando un bar de monjas
tal vez con la impertinencia de un pájaro que se caga
con la más desparpajada de las inocencias sin bochorno
pero con la impertinencia que se celebra
al derramarse una noche sobre las cópulas
en una cabalgata sin contorsiones ni aspavientos
para descifrar los aullidos de una tormenta boreal
que se desbarranca con dolorosa ambigüedad en tu lengua.
Tu boca, la de dientes preñados de quejas y caricias
que se ceban en mi bálano a confiscarme el pudor
del que alguna vez pude presumir y supe disfrutar
se encrespa abotargada con la inmaculada arrogancia
de un ronroneo encriptado que mendiga una procesión
donde el único santo venerado es el arrojo ignorante
de las larvas anónimas que acogotan los cadáveres afectivos
de los amores incapaces de enseñar los delirios espesos
de las carrozas dominicales donde sacan a pasear esperanzas
los mendigos de una poesía sin patrias ni banderas
con una caverna llena de vacíos de muñecas apestosas
para despedir melodías de un violín que nunca acompañó cenas
o supo dar un agudo vibrante que limpiara de señales y rasguños
donde otras manos anduvieron recapacitando y ofreciendo reinos
que solo tus labios, dientes y lengua han encontrado raídos
para reivindicar y encrespar mis pecios de náufrago empedernido
sin costas donde recalar hasta llegar a tus ganas de coño y boca.
Tu boca, la de lengua insolente y delirante en su reptar bajo la mía
hasta marchitar cualquier evocación por diestra que haya sido
va escarbando sin compasión mi espalda con redoble de tambores de conga
donde la teoría y el solfeo se me van desde la espalda a la cadera derecha
creando una sirena de candor impúdico que me secuestra el daño de otras bocas
sembrando barracones de pasos burlones donde una batahola de versos
predican oraciones poco piadosas y un cornetín deja rodar cantos
que pavimentan las calzadas de chozas lindas en que las voces de mudéjares
se lanzan a contarme en chismes que tu llanto de caramelo es un paso
en el cual los navíos se retratan con musitar de viejos pregones
machacando un piano sin solfas emasculatorias
para que tu boca relumbre deslumbrándome la paz.
Tu boca, la de timbre enamorado pese a las reservas dice La Habana,
recuerda Bulgaria, escribe en Barcelona, llama desde Ginebra o Lima
y me emociona desde Mucuchíes o en Puerto Ordaz al filo de madrugadas
vigiladas pero inertes como policías incompetentes
cuidando a ministros de un atentado que nunca llega en una jungla
donde burlarse de alambradas que tu vas desarmando es un juego
para dormirnos imprudentes con la feliz consistencia que sólo dan los orgasmos
y una voz de viejo cantante de boleros que narra su amargura
donde nos asombramos ante la voz cubierta de lágrimas
que alguna vez lloramos y vemos ahora blindados por este espejismo
de tantas certezas donde tu boca, siempre tu boca, me arrochela sin titubeos

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©Alfredo Cedeño, venezolano, fotógrafo, reportero gráfico, asesor comunicacional.

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