Oda a la Piedra, la Palabra y al Lagarto©
I
Rompió la piedra el ojo de la noche
la fina permanencia de la estrella
Cruzó la sombra fugaz de la ternura
el presentir del monte y la congoja
Desató el eco del mar embravecido
el nudo del tambor y la desidia
Nadie supo jamás de dónde el tiempo
la huida del vapor y la amapola
Era entonces la lluvia una caricia
a blanco y negro el arco iris
La palabra
II
La huella mordió abismo y esperanza
el sigilo del prisma y la manzana
No tuvo corazón la transparencia
ni el desgarro del sol
ni el caminante
III
Abandonó el coral la tierra firme
El asombro y la voz
ensordecieron
Entonces comulgaron tempestades
los brazos del jardín y el universo
No pudo el caracol con lo profano
ni el viento
ni el furor con su delirio
IV
Origen y materia se hermanaron
y trajeron al ángel
la poesía
V
Piedra redonda endurecida por la sangre
mirada en el carbón del hombre mismo
Bronce parido de voces y unicornios
¿Dónde estará el espejo y su equilibrio?
¿Por qué no se levantan los relojes
y vuelven a los labios de la tarde?
¿Por qué sueña el ritual con la ceniza
y el hombre sigue allí en cautiverio?
VI
Dímelo tú
profeta imaginario
verdugo de los dioses reflexivos
Confiésalo en el pétalo del agua
ahora que es nocturno el pensamiento
y el ojo de la noche se aproxima
Ahora que es presente el submarino
y muerden los testigos su crepúsculo
Tú
que lo sabes todo
menos nada
y Adán sigue danzando entre las sombras
VII
hazme tú
confidente de esa muerte
que el sol
está pariendo
y es verdugo
VIII
Convócame a tus ritos giratorios
y adviértele al sudario su desvelo
Llévame por tus sierpes invisibles
hazme sentir el mármol de los pájaros
Comprende que hay murciélagos
erguidos
que azotan las ventanas de otros mares
Habítame en los peces iracundos
que tienen las mejillas palpitantes
IX
Ventrílocuo del grito
se hizo el hombre
y no sobrevivió
con su ignorancia
X
Fíjame tú
gran piedra o mariposa
que hoy tejo en el rencor mi larga espera
Descúbreme en tu lágrima la lumbre
que rueda en el cristal de los caminos
XI
Raíz de las edades
los olvidos
hundes tu amor en la mirada enceguecida
Tú que rompiste el ojo de la noche
redondo palpitar
filo perdido
XII
Cuestiónale al verdugo su morada
Su ronco proceder
Su indumentaria
XIII
Piedra total de todos los santuarios
abréviale los pasos
a nuestras madres
y alárgale la voz al caminante
No inyectes el perdón
No es necesario
es cosa de la muerte y no es pecado
El ser sobre su ser
breve estatura
que luego vuelve a él la tierra misma
XIV
Piedra total
remiendo de universo
la noche sigue tuerta
eres culpable
XV
El ojo que no ve lo siente todo
y sólo aquel que mira
lo comprende
XVI
Oh rojo corazón de la armadura
desde este bulevar
yo te reclamo
el indio está entre cuevas y horizontes
y tú sigues allí mordiendo el viento
rajando el ojo verde y la cereza
y amándote en la punta de los párpados
XVII
Piedra tremenda
de anillos pensativos
retorna el arco iris
al ojo de la noche
por él podré mirar los vaticinios
que trajo la pedrada y no la muerte
Vengo desde el taller
de la palabra
y traigo el corazón de los humildes
Estoy sobre los rieles de tus nervios
XVIII
nervios de hierro y carne traspasada
No vengo a suplicar
Estoy despierto
y traigo en tu mudez
mi carcajada
XIX
Yo vi el lagarto suicidarse desde el árbol
y el alma del payaso destrozada
Yo sentí la palabra cuando entraba
y el cuchillo clavándose en la carne
Es cierto que soy cómplice del alba
del hueco del tambor
-de aquella lágrima-
Repito que presiento
vi el lagarto
como yo suicidarse desde el árbol
XX
Luego vi al árbol acongojado
al pensamiento
por el suicidio que brotó desde sus ramas
Cayó sobre la piedra como un lirio
que muere destrozado por el viento
Sus ojos fueron pétalos dormidos
por esa bacanal de un golpe seco
XXI
Redondo el mango que quiso socorrerlo
No pudo
se marchó con el lagarto
Afirmo que lo vi junto a la piedra
Inmóvil
Impotente
y desafiante
XXII
No pude contenerme cuando el árbol
santuario del enigma de los tiempos
lloraba por la voz
no por la rama
que ardiendo sigue allí
sobre el secreto
del éxtasis del ojo y la pedrada
XXIII
Corrió hacia el laberinto de los mudos
Un ángel destiló con la mirada
Mordió con la aurora la sonrisa
y se le hinchó la voz a la palabra
Desenvolvió la ira
Miró al cielo
Hundió sobre la arena sus pisadas
Insaciable de luz
hizo la piedra
Se perforó la nuca con un grito
Entonces
.entonces murmuró a los cuatro vientos:
XXIV
Ni cristiano
ni ateo
XXV
Sólo
XXVI
humano...
(Fin de la Oda)
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©Dagoberto López Coño, poeta dominicano, “su estro acuciante en la Oda a la Piedra, la Palabra y al Lagarto© es un manojo de poder verbal a toda prueba, un dechado de precisión lingüística…” (Orlando Alcántara).
La palabra y el hombre, es una de sus últimas publicaciones
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