miércoles, octubre 12, 2005

Entrevista a Silsh (Fragmento)

«Porteña enamorada de Buenos Aires y del Río de la Plata, que desde los cuatro años juega a armar palabras. Incansable "laburante" que quiere seguir resistiendo en su complicado país y que alimenta su costado sensible a través de la escritura para poder vivir y darle sonido a su voz interior .
Adicta al "pucho" y al "mate" además de ser una apasionada por la lectura y la música que, por curiosa, logró un título de Lic. en Publicidad dejando inconcluso su antiguo amor por la bioquímica».

Es difícil, imposible diría, sustraerse al sortilegio de los dos párrafos precedentes que encabezan la minibiografía de esta poeta porteña cuyo enigmático nombre: Silsh, me trajo connotaciones de una aldea árabe de la alta Galilea situada cerca del monte Merón: Gish (se pronuncia yish). El exilio, el extrañamiento, la distancia, la memoria intacta de la ciudad cuna: la urbe «húmeda, atroz e irrepetible» bailotea en la melancolía de un rioplatense al que “pucho, mate y laburante” le redescubre, una vez más, la ausencia que no se cicatrizará jamás. Silsh consagra su poesía a los aires de los buenos, a su gente, sus calles, el tipismo crónico o, como lo dice ella: « Salpican lunares las baldosas en su concierto de lagañas que van dejando estela. La jungla lagrimea con sus pasos de manada al cruzar cárceles blancas del asfalto. Se traga los jugos de la noche sacándole la lengua a los afiches. Al trasluz guiñan los amarillos, avisando que el peligro se avecina en la gatera, en la avalancha gris de la ciudad que se despierta. Colectivos elásticos ruedan en caravana al compás del pregón de clarines y razones con sus crónicas de fútbol del domingo, ataviados en poliéster. Conversan los raídos maletines junto a muecas insomnes que reverberan pardas avenidas ultrajadas de insolencias, calzan zapatos ojerosos que tocan el frío de una ciudad sin alas..» ( Garúa del amanecer ). Silsh (Silvia Spinazzola) es una artista de las imágenes poéticas. Sus prosas y poemas recrean lirismo, sensibilidad porteña. Artesanías Literarias quiere hacer conocer la historia de esta voz de Buenos Aires que resume ternura y cariño a su ciudad y su gente, a las penurias, el amor, la risa, los sueños y la pena porteña, buenosaireña, rioplatense. (Andrés Aldao)
1. De tu minibiografía, de tus obras y de tus palabras brotan partículas inequívocamente porteñas. Contale a los lectores de Artesanías como cimentaste ese amor a Buenos Aires.
Decir Buenos Aires, se resume a un "olor" particular al cual pertenezco. No creo que ese amor lo haya cimentado; soy parte de él y tengo la mirada del color de esta tierra, con sus costumbres, su aire de nostalgia, su querencia, su mezcla idiomática con el inmigrante.

Crecí en un barrio del suburbano al que le llamaban "la italia chica" (Villa Bosch) donde fueron agrupándose familias de "paisanos". Paradójicamente, aunque mi apellido Spinazzola tenga origen italiano, éramos pocos los argentinos que vivíamos allí y que no entendíamos la lengua, por lo cual, desde la infancia he padecido de este síndrome de extranjera en la propia tierra.

No entendía el idioma que hablaban los vecinos o el almacenero, me resultaba peculiar ver esas mujeres pechugonas siempre de luto (la "anilina Colibrí" corría por todos los fuentones de lata) con sus largas faldas y pañuelos negros atados al mentón. Las veía pasar frente a mi casa con ese caminar a dos pasos detrás del marido o llevar una garrafa sobre la cabeza con un brazo sosteniéndola y el otro tomado a la cintura. Los observaba como un paisaje peculiar para mis ojos de argentina-niña.

Por otro lado, entre los míos se escuchaba el tango, y mi oído siempre atento a lo musical, se llenó de esas notas.

Es que mi gran pasión ha sido siempre "cantar".

Supongo que ante esto (a falta de voz...) nace mi placer por la poesía.

Amo "las callecitas de Buenos Aires" porque "tienen ese no se qué" que se me hace carne, me subyuga el olor que emana de las estaciones de trenes, sus ruidos insalubres, el amontonamiento de gente cruzando las calles. Me embeleso al relojear el Obelisco por la 9 de Julio, saber que aún resisten cines y teatros, las librerías de la calle Corrientes, los café aún no reciclados, el empedrado que aún da batalla ante el cemento, los balcones que cobran vida cuando los redescubro al mirar el cielo en alguna manifestación, codo a codo con los míos, con destino a Plaza de Mayo.

Disfruto caminar el mediodía por el centro de la ciudad porteña, junto a la masa apretada de laburantes de todo color-calaña-calidad-profesión-oficio, que se disgregan por los bares. Todas estas pinceladas que nos muestran de cuerpo entero, me fascinan tanto, como acodarme en la Costanera, mirando algún punto perdido sobre el agua.

Me autorotulo "mina de café", porque es donde he tenido las mejores charlas con mis amigos para arreglar el mundo, para soñar con utopías, para compartir íntimas confesiones, para enamorarme. Soy de las que hacen un culto de la amistad (típicamente porteña) donde el mate y el pucho resultan ineludibles.

Todo esto es el espejo de la ciudad donde nací y donde me reflejo. Por eso transmito este deleite propio, por eso transcribo en mis datos personales, palabras tan autóctonas como "mate-pucho-laburante" para despertar en otros la inquietud por comprender ese significado tan nuestro. No me imagino viviendo lejos de este río sucio y marrón, o sin esta humedad que nos pesa y resbala con su sopor porteño. Ni me imagino morir en otro sitio que no sea Buenos Aires.
2. Desde los cuatro años, confesás, jugaste a «armar palabras». ¿Y desde cuándo ese «juego» se transformó en poesía, prosa, literatura?
Pasé mi infancia cantando por cada rincón de la casa, aprendía las canciones de moda con sólo escucharlas una vez, jugaba a entonar con los cantantes de radio e imitar a aquellos de discos de pasta o vinilo de colores. Era una amante del Winco (que aún conservo) y atesoraba el sueño de saber como sonaría mi voz en una cinta (con mi primer sueldo de 17 años, compré un grabador usado) y siempre, además de cantar; leía y escribía.

Como consecuencia de insistir para que me leyeran cuentitos hasta el hartazgo, me enseñaron a leer a los cuatro años como única forma de evitarlo.

A partir de ese momento, devoraba todo aquello que tuviera letra impresa.

Me seducían las cajas de lápices, lapiceras antiguas y todo aquello que tuviera relación con la lecto-escritura. Prefería jugar a las muñecas de papel, antes que las de Piel Rose de la época (supe tener cierta habilidad para el dibujo)

Leía todo aquello que pasaba por mis manos, cuentos infantiles, novelas, Patoruzito, Corín Tellado, carteles de las calles, fotonovelas, robaba libros que escondían mis viejos bajo el colchón (recuerdo a "La mujer del zorrito" de Violet Leduc, entre ellos) y se me iluminaba la cara cuando recibía de regalo "un libro".

Me emocionaba al descubrir casas con bibliotecas (así fue que leí "Memorias de una princesa rusa" en la más tierna infancia) porque en la mía no existía hasta que comencé a formar la propia.

Era bastante solitaria y siempre que visitábamos a alguien, si no había con quien jugar, me las ingeniaba para conseguir algún libro para abrir la ventana de la imaginación.

Durante la etapa de la escuela secundaria, me asocié a una biblioteca popular. Diariamente devolvía y retiraba un nuevo libro. Me quedaba hasta altas horas de la noche leyéndolo, y si mis viejos protestaban mucho para que apagara la luz del cuarto, al día siguiente, en plena clase, lo apoyaba sobre mis piernas hasta terminar de leerlo a escondidas del profesor de turno.

Y paralelamente a esto; siempre escribía.

Escribir ha sido un acto instintivo desde que tengo memoria. Escribía poemas, escribía mi diario, escribía cartas, escribía "composición tema: la vaca" o lo que fuera, escribía las canciones de finalización de curso, fui directora del diario del colegio secundario, escribía en los márgenes de apuntes universitarios, entre fórmulas químicas o ejercicios matemáticos. Escribía sobre las paredes, árboles, reglas de madera, sobre vidrios empañados y en todos los espacios posibles donde pudiera dejar una señal.

En resumen, el olor a tinta y papel ha estado absolutamente ligado a todas las etapas de mi vida.

Aún guardo un poema de los siete años dedicado a Cristóbal Colón, un cuaderno con una novela escrita a los doce (estilo Corín Tellado) y hoy día, mis sobrinos descubren poemas en márgenes de viejos libros de escuela, que había olvidado.

Desde los quince años me acompaña el lema que aún puede leerse sobre la tela de una cartuchera vieja: "la magia está en la libertad para sentir".

La escritura ha sido una necesidad que me atravesó desde que descubrí su existencia. Por eso nunca puedo marcar con claridad "cuándo" empecé a escribir, porque ha sido como respirar.

Quizás sería mejor apuntar "cuándo me animé a mostrar mis escritos" y ahí sí tengo claro que fue a partir de descubrir la maravillosa herramienta de comunicación que significa internet.

Debido a un alto grado de timidez, nunca compartía mis letras. Entendía que era un acto absolutamente íntimo. Encontraba "libertad" al escribir y eso me bastaba. Escribía para mí, simplemente por el placer de hacerlo. Nunca imaginé que con ellas pudiera despertar emociones en otras personas.

Tal vez por el respeto que siempre he tenido hacia los autores que disfrutaba, les construí cierto pedestal y por ese motivo nunca tuve en cuenta que tendría ocasión de mostrar mis letras.

¿Cómo iba a suponer que algo tan íntimo como mis poemas, podrían ser leídos con agrado por otros?

Por eso jamás me había planteado a la escritura como algo más que un deleite solitario y aún guardo cajas repletas de papeles con poemas de época inmemorial.

Soy Lic. en Publicidad y una apasionada por lo creativo. Me gusta jugar con todos aquellos disparadores que movilicen los sentidos. Hace aproximadamente siete años que comencé con esta actividad de difusión poética vía e-mail. De allí nacieron mis "recreaciones visual-poético-musicales" que hoy muchos reciben en sus casillas de correos.

En los primeros tiempos, elegía poemas de autores consagrados y jugaba con imágenes visuales, con diferentes motivos y formatos donde insertar el escrito, acompañados de fondo musical. Poco a poco fui incorporando autores poco conocidos o nóveles, que descubría en distintos sitios.

Empecé compartiéndolos con un grupo de amigos, quienes a su vez los reenviaban a otros y así se fue creando una red de lectores cada vez más amplia.

La condición fundamental ha sido recrear escritos que me gusten a mí, porque es imposible que pueda componer imagen y música si una letra no me conmueve lo suficiente. Por eso no acepto pedidos ni hay otra motivación más que mi propia elección para hacerlos.

Cierta noche del 2001, ante el dolor por la pérdida de un ser muy querido, envié el primer mail recreado con un poema de mi autoría. Necesitaba gritar. La escritura fue el grito y el correo el medio para compartirlo con algunos amigos.

Grande fue mi sorpresa al recibir sus comentarios de asombro al descubrirme este costado poético. Allí tomé conciencia que casi nadie conocía esta parte de mí, porque era tan innata que no andaba por la vida mostrándola.

A ese le siguieron otros que fui intercalando entre distintos autores y así hasta hoy, que por falta de tiempo (recrear estos mail me lleva varias horas de selección de imagen, fondo y música) hace que difunda mis letras 3 o 4 veces al mes, entre un numeroso grupo de lectores que gustan de la poesía.

Disfruto buscando un "todo" integrado en el mail, porque esa tarea (además de escribir) también es un acto lúdico y de "búsqueda" de belleza, dentro de las elementales herramientas que dispongo para hacerlo.

Y fue en esos tiempos, cuando empecé a tomar conciencia que existía un lector más allá de mi propio placer por la escritura.

3- La lectura y la música son tus dos pasiones. Danos algunos detalles de tus lecturas preferidas, y cuál es la música que amás, la que te da mayor placer escuchar.
Como toda lectora anárquica, mis primeras lecturas podían pasar de Dostoiewsky a Poldy Bird, sin demasiado reparo. Recuerdo haber leído a Erich Fromm confundiéndolo con Freud o haber sentido que "Cien años de soledad" era malísimo por lo inentendible... claro, tenía once años. Cuando volví a leerlo tiempo después, el Gabo pasó a ser uno de mis selectos.

Mi lectura por elección ha sido la novela, mientras que la poesía es un recreo que me tomo para disfrutar.

Y la música... ¡oh la música! es toda aquella que se mete por la piel y me produce honda emoción.

No puedo encasillarme en autores, compositores ni títulos en particular. Puedo llegar al paroxismo escuchando a Piazzolla, como escuchando a Serrat, a Bach, Andrea Bocelli, la negra Sosa, Tchaikovsky, Barbra Streissand, Sandro, Sarah Vaughan, Marta Argerich o Celine Dion.

Como leyendo a infinidad de autores que admiro desde lo literario o por integridad personal.

Es muy difícil hacer tipo de selecciones cuando se es anárquica por naturaleza. Y sería injusta si intentara citar a todos mis preferidos (sería más sencillo nombrar a aquellos que me parecen una bofetada a la literatura, peeeero... Coelho u otros podrían ofenderse)

Amo la buena música y disfruto enormemente de la buena lectura.

¿Qué es "buena"?

Para mí: todo aquello capaz de movilizar mi costado sensible (y en ciertas ocasiones, también incluyo aquello que provoque a mi razonamiento)
4- Una opinión personal de Artesanías: entre tus poemas y prosas hay diferencias formales, pero la composición, el lenguaje y el lirismo son semejantes. ¿Qué relación y que desemejanza ves entre esas dos clases de escritura?
Supongo que las diferencias tienen que ver con las distintas edades en que fueron escritas, con estadíos o situaciones particulares del momento y con los arduos intentos de jugar a dar vida a las palabras. Quizás, todo radique en que mi escritura siempre va por el mismo camino: el de la "búsqueda" ante esta sensación de duda constante que me caracteriza y utilizando el leguaje de los míos.

Entiendo que las diferencias, relaciones o similitudes, serán descubiertas y analizadas por el lector, mucho mejor que yo, que estoy involucrada.

Sí, puedo decir que todo aquello que escribo me nace de la "panza" y que está absolutamente emparentado conmigo y con mi entorno, con aquello que me moviliza o me traspasa.

Me gusta jugar con el lenguaje, buscar la independencia de las palabras para que hablen solas, pero descreo de la poesía que se inventa como labor de engranaje. Aún jugando con él, todo aquello que nace de mi tríptico "cabeza-cuore-mano" es una extensión de mis entrañas y no concibo otra razón de ser para un poema.

Tal vez, por eso nunca entendí esa aseveración de muchos poetas que dicen tener una voz que les "dicta" cuando escriben. En mi caso, aún no me ocurrió. Siempre he escrito para mí, con mi raciocinio, mi sensibilidad y esta posibilidad de transmitirlo a través de la escritura, en mi relación con aquello que me rodea por dentro y fuera.

En cuanto al lector; confieso que tengo un respeto casi obsesivo para con él.

Tengo muchas dudas cuando decido mostrar algo, porque en el acto solitario de la escritura nunca lo tengo en cuenta.

Recién lo incorporo cuando busco pulir un poema antes de dejarlo libre ante otros ojos.

A partir de considerar que unas letras pueden ser compartidas, trato de hacer cómplice al lector en su lectura.

No me gusta la poesía que te lleva de la mano. Prefiero construir un "otro" en actitud activa frente a un texto y es desde esa posición que trato de escribir (debe ser por eso que detesto a quienes dan clases de vida en cinco minutos, como si se tratara de cumplir con un decálogo. O infieren que el lector es un imbécil que necesita que le mastiquen antes, todos los mensajes, para poder entenderlos)

... (sigue)

Tomado de © Artesanías Literarias – agosto, 2005


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